febrero 21, 2014

La Sociedad Secreta Abakuá



La Sociedad Secreta Abakuá, o Ñañiguismo, es el nombre por el que se conoce popularmente en Cuba a una sociedad secreta masculina, la única de su tipo existente en el continente americano, y Ñáñigo es el nombre que reciben sus miembros. Esta asociación surgió en las primeras décadas el siglo XIX en los momentos de mayor hostilidad hacia el esclavo y el negro, quienes, ante el acoso, solo hallaron un medio apropiado para evadir la represión: una agrupación mutualista bajo la expresión más desarrollada de su conciencia social, la religiosa.

A diferencia del resto de los grupos culturales sincréticos cubanos (santería y palo monte), sobre los ñáñigos se puede precisar su fecha y lugar de origen: fue en el Municipio de Regla, en la Provincia de Ciudad de La Habana, Cuba, en el año 1836, debido a su fuerte carácter de asociación y a su proyección dentro de la sociedad colonial; cuando el cabildo habanero de los negros carabalíes esclavos y libres de la rama Appapá inició en sus cultos secretos a un grupo de criollos, muchos de ellos esclavos o sirvientes de familias adineradas, en el barrio capitalino de Belén. Aunque el nombre del primer juego, potencia o agrupación ñáñiga fue Acuabutón, muy pronto fueron conocidos por Los Belenistas.

Como se dijo los primeros integrantes, aunque criollos, eran negros descendientes de africanos, y entre los fines fundamentales estaba la emancipación de la esclavitud, debido a lo cual fueron mal mirados por las autoridades colonialistas, que los calificaron despectivamente como ñáñigos o arrastrados. El carácter popular de estas agrupaciones exclusivas para hombres, las cuales en contraposición a los cabildos de africanos permitía la asociación entre negros de diferentes orígenes étnicos y su utilidad mutualista, hizo multiplicar rápidamente a las potencias ñáñigas y ya en el año 1840 existían más de 40 de esos grupos en la capital del país.

Asi, el 24 de diciembre de 1862 el cabildo de los Carabalí Bríkamos Niño de Jesús de Matanzas inicia a un grupo de negros criollos de la Ciudad de Matanzas, Cuba, en el Abakuá, el cual toma el nombre de Biabanga, dando comienzo al ñañiguismo yumurino (toma el nombre por el Rio Yumurí), el más prestigioso de Cuba, y luego se extiende al municipio de Cárdenas, en la misma provincia, lugares donde hasta hoy continúa operando el ñañiguismo. Un año más tarde, el 24 de diciembre de 1863 en La Habana, se fundó la primera sociedad de blancos y llevó el nombre de Akanarán Efó Muñón Ekobio Mucarán. Su creador fue Andrés Facundo de los Dolores Petit (1829-1878), uno de los jefes del capitalino juego Bakokó IFOR, célebre también por sus aportes a la Regla de Palo con la elaboración del cuerpo conceptual y ritual de la variante Kimbisa, quien también influyó en la diseminación de esta asociación entre otras personas nacidas en Cuba y poseedoras de los más disímiles oficios, ocupaciones y creencias religiosas. En este sentido, por su condición inclusiva, la sociedad Abakuá es un cimero ejemplo del ejercicio del antirracismo y la inclusión social.

Claro que ésta práctica cubana, a la que desde mediados del siglo XIX se le habían incorporado mestizos, chinos y hasta blancos, y que las autoridades de la época las seguían considerando “prácticas de negros”, tuvo que padecer la persecución y el acoso de sus miembros, tanto africanos, como criollos y cubanos, debido al desconocimiento histórico de las autoridades coloniales y neocoloniales sobre el papel que desempeñan las diversas formas asociativas según la pertenencia de género y como vehículo de control social y transmisión de valores culturales entre sus miembros, donde resaltan la cosmovisión religiosa, las artes y ceremonias, los espacios y recintos para los ritos, la pintura corporal y de otros objetos y los sitios identificados como sagrados. Motivo este por el cual, a lo largo de ese siglo y la mitad del siguiente, en el Código Penal Cubano, se sancionaba el ejercicio del ñañiguismo por sus “manifestaciones de violencia, exhibicionismo prepotente, intolerancia, inclinación a tomarse la justicia por cuenta propia…”, entre otras tipificaciones.

Tanto en La Habana como en Matanzas, algunas potencias alcanzaron características gremiales vinculadas específicamente a actividades económicas como los trabajos de estibas en los puertos, los torcedores de tabaco y los zapateros, siendo muchas veces penetradas por los intereses de las clases dominantes, utilizándolas como instrumentos de explotación y represión hacia el proletariado en ambas ciudades. No obstante y pese a limitarse la presencia ñáñiga a los barrios habaneros de Regla, Guanabacoa, Habana Vieja, Centro Habana, Cerro y Marianao; así como a Matanzas y Cárdenas, la incidencia de los Abakuá en lo cotidiano cubano es muy amplia.

Íreme
La sociedad Abakuá cubana es heredera y depositaria de las tradiciones asociativas masculinas del Calabar (donde se asentaban las etnias Efik, Ibo, Ibibio, entre otras), en los actuales territorios de Nigeria sudoriental y Camerún sudoccidental. Su presencia en Cuba es resultado de la trata trasatlántica de africanos esclavizados durante la época colonial y fue reconstruida en diversas zonas portuarias de Cuba como La Habana, Matanzas y Cárdenas. El ñañiguismo no puede desvincularse de las creencias africanas acerca de la influencia que ejercen los antepasados (espíritus), por lo que en todas sus ceremonias se les convoca para garantizar el desarrollo del acto religioso, según rigurosas normas litúrgicas. Un elemento simbólico indispensable en la dramaturgia con que se desarrolla el ritual es llamado “Íreme” o diablito, un representante de la naturaleza que vigila los pasos de los participantes e interviene aún como protagonista en algunos de ellos.

Sus antecedentes, en cuanto a su caracterización como asociación exclusiva para hombres, se encuentran en sociedades similares estructuradas en África, cuyo fin fundamental era el fortalecimiento de la jefatura tribal (en manos de los hombres) contra los peligros de desintegración interna y ante el peligro de enemigos territoriales y coloniales. Su organización y contenido tiene como base una leyenda africana que narra la historia de la violación de un secreto por una mujer: “la princesa Sikan encuentra al pez sagrado Tanze. Cuando este muere, los miembros de la tribu buscan la manera de reproducir su bramido en el tambor sagrado Ekue, para lo cual realizan varios intentos entre los que figura el sacrificio de la princesa para utilizar su piel como parche del tambor”.

Los negros africanos, al ser trasladados a Cuba y ante las nuevas circunstancias, retoman algunos de los rasgos de esas sociedades, ya consolidadas en África en el siglo XVIII, y reorientando sus funciones y sus objetivos, crean en aquellos lugares que propiciaron su surgimiento. El primer factor histórico que acelera el surgimiento de estas asociaciones fue el desarrollo comercial debido al auge azucarero del siglo XVIII. Esto generó una necesidad de aumentar la mano de obra, la cual fue cubierta en parte por negros esclavos que fueron desviados de las plantaciones hacia los puertos. A esta mano de obra esclava se le sumó, en el siglo XIX, un número cada vez mayor de obreros libres (negros libertos o esclavos de alquiler) quienes mostraron una preferencia por este tipo de trabajo debido a dos razones fundamentales: una, por no requerir para ella el conocimiento de un oficio ni calificación alguna (dependiendo sólo de la fuerza y la resistencia física), y dos, el trato recibido hacia ellos por parte del contratista siempre era menos despótico que el recibido por el mayoral en las plantaciones.

Esta concentración de hombres negros, con mayores libertades y necesidades de protección ante la actividad laboral y los jefes, es la primera causa del origen de estas sociedades y justifica a la vez la regla de la exclusión femenina de las mismas. Su objetivo ya no responde a un interés de fortalecer la autoridad tribal ni defenderse contra otros grupos, la intención de los ñáñigos no era desarrollarse para actuar en contra de la sociedad colonial que los oprimía, sino cumplir con todas las reglas emanadas de su asociación para garantizar el orden interno de su grupo. Constituían especies de gremios que amparaban al negro en determinada actividad laboral, esto exigía una gran conexión entre sus miembros.

A pesar que en su adaptación al nuevo mundo se variaron diversas características de las originarias asociaciones africanas, se mantuvieron rasgos como: el valor de la hermandad y la solidaridad incondicional a éste (ekobio) y el culto a la hombría (vinculado en África al tránsito del matriarcado al patriarcado y a la propia evolución de la estructura tribal). Este aspecto, al ser trasladado a Cuba, se lleva a su extremo, llegando a ser la esencia de las asociaciones Abakuá la supervaloración del macho a partir de reglas de conducta muy rígidas en las cuales radica este culto a la hombría: no ser amanerado, no delatar, no retractarse, ser buen hijo, buen padre y buen amigo, no enamorar a mujer de un ekobio, y/o no ser el pasivo en una relación homosexual. Violar cualquiera de estas reglas supone una sanción, la cual puede ser desde una simple amonestación hasta un castigo con sangre.

Si bien, como ya se mencionó, las primeras sociedades Abakuá se gestaron y asentaron en las ciudades y barrios cercanos a los puertos (Regla, Guanabacoa, Cárdenas), a lo largo del siglo XIX y durante la República se extendieron a otros centros urbanos (Marianao, Belén, Cayo Hueso, Cerro) y laborales (mataderos, transportistas, etc.). En la segunda mitad del siglo XIX se produce lo que ha quedado en la historia como la “Reforma Abakuá” y que fuera iniciada por Andrés Facundo Cristo de los Dolores Petit, “caballero de color”, conocido por el nombre de Andrés Petit en La Habana del siglo pasado, alto dignatario de la potencia ñáñiga habanera Bacocó Efó, personaje que ejemplifica el curioso y peculiar sincretismo criollo, temido mayombero (congo-palero) de la orden católica de San Francisco y creador de la Regla del Santo Cristo del Buen Viaje del Palo Monte.

Gracias a la gestión de Petit, de quien aseguran que era congo, lucumí, espiritista, ñáñigo y católico, se funda en 1863 la primera asociación de ñáñigos integrada exclusivamente por blancos, hecho que marcó el inicio de la “Reforma Protestante el Ñáñiguismo”. Ante este suceso, se produjeron enérgicas protestas por parte de los integrantes de las viejas potencias de ñáñigos negros quienes estaban negados a reconocer como “hermanos” a los hombres blancos jurados como Abakuá. Luego de numerosas reyertas y enfrentamientos, en 1872 se pacta la paz y como acuerdo se establece la posibilidad de continuar las sectas con independencia y separadas la de los blancos de las de miembros negros.

Posteriormente, como consecuencia de la abolición de la esclavitud se crea una gran masa de desposeídos que sólo dependían de su fuerza física para sobrevivir, la existencia de este incipiente proletariado de gran heterogeneidad racial propicia que, poco a poco, se fuera excluyendo el racismo dentro de las sociedades Abakuá. A partir de ese momento y hasta la actualidad, el ñáñiguismo, que hasta entonces era “cosa de negros” pasaría a ser lo que desde entonces es: “cosa de cubanos”.

De todas formas, cabe destacar que los miembros de las sociedades Abakuá, han participado en diversos hechos históricos relacionados con el origen y formación de la nación cubana, como la protección al General Antonio Maceo en el barrio de San Isidro durante su presencia clandestina en La Habana; el intento de rescatar a los ocho estudiantes de medicina en 1871 antes que se cometiera uno de los crímenes políticos más horrendos en la historia de Cuba; el apoyo financiero a José Martí durante sus campañas de organización en Tampa y Cayo Hueso para lo que el propio Héroe Nacional de Cuba denominó “La guerra necesaria de 1895” y, consecuentemente, en la participación en la contienda independentista, entre otros acontecimientos.

Sus expresiones musicales han influido fuertemente en diversas manifestaciones de la rumba, la conga, el danzón y el son cubanos, que pueden sintetizarse en muy destacados cultores y compositores, miembros de la sociedad Abakuá, como Chano Pozo, Santos Ramírez, Miguel Faílde e Ignacio Piñeiro, respectivamente; de igual manera, sus expresiones lingüísticas relacionadas con el efik, también han influido en el habla popular urbana de la zona occidental de la Isla y han trascendido a la literatura en obras de Alejo Carpentier y Manuel Cofiño, por ejemplo. Valga señalar también la muy estimada figura de Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, hermano Abakuá que con su poesía llenó un amplio espacio de la décima cubana.

Por tales motivos, diversos estudiosos de la cultura cubana como Fernando Ortiz, Lydia Cabrera y Argeliers León (por solo aludir a tres muy destacados) han resaltado los diversos valores que representa un sostenido legado patrimonial de la nación.Las actividades de culto se realizan todas en templos, de los cuales existen 40 entre las provincias de Ciudad de La Habana y Matanzas, distribuidos en los municipios de Guanabacoa (14), Marianao (11), Regla (6), San Miguel del Padrón (4), Cárdenas (4) y Ciudad de Matanzas (1).

En todos los ritos se utilizan trazos o grafías llamados Ekeniyó, que constituyen un sistema ideográfico de señales para inmovilizar y fijar las representaciones de hechos globales. Tales símbolos se trazan con yeso amarillo y blanco y comprenden tres categorías, los Gandos, las Firmas o Anaforuanas y los Sellos.

Los Gandos representan situaciones complejas del ceremonial, se trazan en el suelo y sobre ellos se colocan diferentes objetos del culto y se sitúan los dirigentes religiosos llamados Plazas.

Las Firmas o Anaforuanas representan a cada una de las jerarquías que integran la estructura de los Abakuá y cumplen una función consagratoria cuando se trazan sobre determinados elementos del ritual.

Los Sellos son la representación o identificación de cada juego o potencia Abakuá, de los que existen 123 en toda Cuba.

En la actualidad, los Abakuá poseen órganos de coordinación municipal en los municipios de Cárdenas, Matanzas, Guanabacoa, Regla, Marianao y San Miguel del Padrón, y dos a nivel provincial en Ciudad de La Habana y Matanzas, encargados todos de controlar la obediencia a los reglamentos y principios de la sociedad. Dentro del ñañiguismo se reconocen varias jerarquías. El Ndisime es el aspirante a entrar en una potencia, mientras el Abanekwe es un hombre ya iniciado. Plaza llaman al que lleva muchos años, ocupa un puesto relevante dentro del juego y está encargado de preservar y hacer cumplir las normas y principios rituales y sociales. Títulos de Plazas son Iyamba, Mokongo, Ekuenon, Isue, Nkrikamo, Nasako y otros.

En las sociedades secretas Abakuá solo son admitidos hombres. Al indagar entre sus integrantes cual es el concepto de Hombre, expresaron: "Hombre no es solo aquel que no es homosexual, sino el que refleja la más pura dignidad del ser humano como laborioso, fraterno, alegre, rebelde ante la injusticia, cumplidor del código moral establecido por los antepasados formadores del Abakuá; es aquel que es buen padre, buen hijo, buen hermano y buen amigo".

Hasta la próxima, axé de Xangô a todos y todas. 

Modúpé lówó àwon òrìsà Sàngó bùnkún fun áwa ati àlàáfià.
Ago mo júbà Aláyéluwa Sàngó Aganjú. Káwó kábíyèsí  lè !!!
(Estoy agradecido al Orixá Xangô, bendícenos y danos paz.
Mis respetos rey todopoderoso Xangô Aganjú. Kao Kabecile !!!)

Pai Fabio de Sàngó Aganjú
Ilê Aláyéluwa Sàngó - C.E.U. Pai Xangô 7 Pedreiras

Abasí seri Ekue maya beki. (en el tambor habla dios).
Frase ritual Abakuá

Información de la publicación:
Fuente: The Cuban History & Conexión Cubana
Traducción: Pai Fabio de Sàngó Aganjú
Imagen: Fiesta Abakuá (autor desconocido)

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